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Sobre la fotografía como acontecimiento ritual:

 

Existe una íntima relación entre la fotografía y la ritualidad, esta relación ha estado presente desde los inicios del medio.

 

La retratística mortuoria:

 

“La tradición de la retratística mortuoria en el mundo occidental nació de hecho en la esfera pública y la fotografía póstuma de personajes ilustres no fue sino el último de los medios en sumarse a un género que contaba ya con varios siglos de antigüedad.” Cuarterolo[1], 2005.

 

Dado que toda fotografía es siempre señal de un punto de vista, para Cuarterolo “Si en las imágenes mortuorias privadas el objetivo de la puesta en escena era la estetización del recuerdo, en los retratos póstumos de personaje públicos, este objetivo pasa a ser paradójicamente la reorganización de la realidad para dar más verdad a la imagen y un mayor énfasis al mensaje que con ella quiere transmitirse.”

 

Vale recordar que la fotografía de difuntos, hoy casi abandonada, fue una práctica común desde la aparición del daguerrotipo hasta mediados del siglo XX. En Chile, es posible encontrar velorios de angelitos hasta la década del sesenta, en comunidades rurales y semi rurales.

 

Estas fotografías representaban muchas veces el único medio posible para conservar la imagen del ser querido, cuando la oportunidad de retratarse -en vida- no estaba al alcance de todo el mundo.

Uno de los antecedentes de esta práctica está en la realización de máscaras mortuorias de reyes, nobles y papas desde fines de la Edad Media y que se fue popularizando hasta llegar a la máscara mortuoria de artistas del siglo XX tales como Modigliani.

 

Con el tiempo se sumó la pintura post mortem y a fines del siglo XVI la costumbre ingresó a la esfera privada cuando la burguesía comenzó a encargar retratos de sus seres queridos.

La fotografía fue entonces el último medio en sumarse a esta tradición con varios siglos de antigüedad.

 

Dadas las singularidades del medio, tales como rapidez de ejecución, exactitud y precio, pronto pasó a reemplazar a los otros tipos de retrato funerario.

 

Ejemplo de retratos post mortem de personajes ilustres son la fotografía de Víctor Hugo, realizada por Félix Tournachon el 23 de mayo de 1885, del Presidente del Perú, Miguel de San Román, tomada por Maunory en 1863 o la muerte del Coronel Palleja, registrada por Javier López,  en 1866, durante la guerra del Paraguay.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fig. N°1

Corona fúnebre del Excmo. Sr. Gran Mariscal Don Miguel San Román,

Presidente de la Republica, muerto en la Villa de Chorrillos el 3 de abril de 1863.

Retrato post-mortem de Miguel de San Román. Lima :

Autor: E. Maunoury, (1863).

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Fig. N° 2

Retrato Mortuorio de Víctor Hugo, realizado por Félix Tournachon el 23 de mayo de 1885

 

Fig N° 3

La muerte del Coronel Palleja. Albúmina 11 x 18 cm. Paraguay 1866

Autor: Andrés López (Bate & Ca)

 

 

Estas fotografías tenían un sentido informativo y de certificación.

 

Algo muy diferente sucede con el retrato post mortem en el  ámbito privado, pues se buscaba una puesta en escena  que dignificara y embelleciera al fallecido, su entorno y sus relaciones familiares, de tal modo que ese acontecimiento, cargado de dolor, se transformara en uno cargado de belleza.

 

“La foto del amante escondida en la billetera de una mujer casada, el cartel fotográfico de una estrella de rock, fijado sobre la cama de una adolescente, el retrato de propaganda del político prendido a la solapa del votante, las instantáneas de los hijos del taxista en la visera: todos los usos talismánicos de las fotografías expresan una actitud sentimental e implícitamente mágica; son tentativas de alcanzar o apropiarse de otra realidad.” Sontag, 1977.

 

 

Sontag (1978) considera que una fotografía es a la vez una pseudopresencia y un signo de ausencia.  “Como el fuego del hogar, las fotografías -sobre todo las de personas, de paisajes distantes y ciudades remotas, de un pasado desaparecido- incitan a la ensoñación.”

 

Es allí donde se revela el carácter ritual de la fotografía post mortem.

 

No resulta difícil imaginar a estas personas comunes, quienes probablemente no habían sido retratadas nunca o muy pocas veces y para quienes el hecho fotográfico tenía características de excepción. Imaginarlas discutiendo la idea. Algunos quieren, otros se niegan al inicio y finalmente ceden ante el deseo de los demás. Casi se los escucha llegar a acuerdos entre gestos y susurros sobre cuándo se hará, dónde, quiénes acompañarán al occiso, quién conseguirá al fotógrafo, quién pagará por sus servicios. Luego ya cada uno deambula, se prueba la mejor camisa, el mejor saco y las manos de las mujeres lavan y almidonan, pegan botones y sacuden muebles en un ajetreo silencioso y continuo. Una vez que el fotógrafo hace su entrada, prontamente comienza a disponer muebles, tapices, sus propios equipos.

Les pregunta, seguramente ¿desean que parezca vivo(a)? –Sí. Contestan ellos, vacilantes. Ya ni el mismo difunto se escapará de una sesión de acicalamiento, acomodo y atadura.  

Sus parientes deberán sentarse junto a él y abrazarle, tal como habrían hecho en vida.

Este fingimiento para algunos resultaría menos difícil que para otros.

 

Fig. N°4

Retrato mortuorio de jovencita.

Autor no identificado

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fig. N° 5

Retrato mortuorio de un lactante.

Autor no identificado.

 

 

Y todo este esfuerzo ¿para qué? ¿para conseguir una fotografía?

Tal vez tenga más sentido hacer todo esto para conseguir una imagen que conjure al menos una de sus dos muertes. La de su ser  y la de su memoria,  dada la tragedia de no haberle inmortalizado antes en una fotografía.

 

Ahora, gracias a la imagen fotográfica, la muerte no se lo podrá llevar en realidad, porque no hay muerte donde no hay olvido.

 

Ahora podrán despedirse con un ritual, con belleza y amor de su ser querido, antes de depositarlo en la solitaria urna y enterrar sus restos para siempre. Pues la fotografía que hicieron de él o de ella, los acompañará hasta el fin de sus propias vidas y tal vez les sobreviva a todos.

 

Extracto de Tésis "El Perdón". Claudia Inostroza Morales, 2010.

 



[1] Andrea Cuarterolo. Licenciada en Artes – Investigadora. Fac. de Filosofía y Letras UBA. Argentina.

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